Uno, dos, tres,… los tengo rodeados. Una vuelta más y… ¡zas! Ya es mío. ¡Mmm! Sabroso pescadito. Uno, otro y… ya, el último. Hace un año no era tan ágil, pero ahora que alcanzo los 45 km por hora bajo el agua, no hay bocado que se me escape. Y, bueno, tampoco está nada mal …